Y no, no me refiero a los planes chimbos que nos ofrecen las compañías de telefonía celular o las de internet, aunque debo admitir que esos, son los peores planes de todos.
Hoy estoy hablando de los planes flojos o aburridos, a los cuales alguna vez nos invitaron y, a los que con vergüenza debemos admitir, alguna vez invitamos.
Hace años en una conferencia a la que fui, decían que en realidad la pereza no existía, lo que realmente existe es falta de motivación. En otras palabras, la pereza no existe. Sólo existen los buenos planes y los planes chimbos.
A nadie que conozca le da pereza si le digo que tiene que estar a las 4a.m. en el aeropuerto para ir a Cancún a brocearse todo el día a la orilla de la playa. Pero dudo mucho que haya alguna respuesta positiva, si el plan es levantarse a las 4a.m. para ir a hacer mercado en la plaza.
Yo debo confesar, que a las personas que más confianza les tengo, son a las que descaradamente invito a mis planes chimbos. De mi boca han salido invitaciones como: Mamá ¿me acompañas al banco pagar cuentas? ó Amor ¿me acompañas a la Dian a actualizar mi RUT?
Y aunque me siento culpable, y por lo general intento compensar a quien se sacrifica conmigo, no puedo negar que voy a seguir invitando a planes chimbos. ¿Porque? Por que la única solución a ese tipo de planes, es la buena compañía. Porque además de ser por obligación tediosos, suelen también ser inaplazables e ineludibles.
Pero como todo en la vida, los planes chimbos son de doble vía. No le creo a nadie que no haya caído en un plan flojo. En mi caso, muchas veces, más de las que puedo contar, accedí a acompañar a alguien a hacer una vuelta al centro en hora pico, a una cita médica, acepte ayudar en algún proyecto pro-bono un domingo a las 6 a.m. o lo lleve a media noche al aeropuerto.
Algunas veces, cuando me proponen un plan de éstos, me dan ganas de gritar: ¡A mi no me inviten a planes chimbos! Y ahora que estoy embarazada menos. Pero antes de abrir la boca, pienso en todas las veces que he estado del otro lado, me pongo en los zapatos del otro y termino diciendo: Si, yo te acompaño.
C